sábado, 21 de julio de 2012

Dominical De Tina para Norman Barranquilla, 3 de mayo de 2012 Bebo, mi niño, hoy cuando caminaba por el pasillo de entrada al edificio, escuché el canto de un pájaro que pareciera venir de lo profundo del bosque con un lamento quedo y opaco, que siempre nos intrigó… fue lindo escucharlo, te sentí tan cerca. Dominical El ratón letrado El ratón letrado vive tranquilo en una gran biblioteca familiar alimentándose de las páginas que va royendo poco a poco. Las que más disfruta por estos días son las láminas de colores de El libro de la selva, el papel mantequilla de la Biblia y la portada de El palacio de la luna, de Paul Auster. Un día, hablando con MauS, un ratón cibernético que vive atado al computador de la casa, se entera de la amenaza inminente de los libros electrónicos, unos delgados aparatos donde se pueden descargar millares de libros. Dominical La muerte de san Norman Mejía Un escritor argentino dijo que estaba más orgulloso de los libros que había leído que de los que había escrito. Hay mucha ufanía oculta en su declaración. Pero el hombre fue, como todos sabemos, la falsa humildad en persona. Dominical Un artista hasta la médula Conocí a Norman Mejía por allá en 1946 cuando, contando con apenas siete años, por indicación de nuestras madres, íbamos los dos, uniformados de marineros y cogidos de la mano, a esperar el bus del Colegio de Lourdes donde cursábamos kindergarten. Dominical El horrible castigador del arte


  • Estaba advertido. A Palomo había que montarlo todo lo que fuera posible. Una mañana –cielo azul intenso, brisa, mar revuelto– recordó aquella advertencia de la mujer que se lo había regalado. Como si estuviera en carnavales, se vistió de capuchón y puso su delgado cuerpo encima de un galápago que vestía el lomo del caballo. Por las playas de Salgar cabalgó con la mente vacía y el cuerpo tranquilo hasta que un jadeo seco y continuo se mezcló con el rumor de las olas. Inclinó su cuerpo y se encontró con una espuma blanca y espesa que brotaba de la boca de Palomo. De repente una luz intensa inundó su cara. No recordó nada más, no supo cómo regresó a su casa. Había tenido, lo que hoy llama, una experiencia solar. Nunca volvió a ser el mismo

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