lunes, 19 de diciembre de 2011

La herramienta para reparar el destino

Protagonistas
Por: Roserly García
Samantha Paredes, (nombre ficticio, creado para mantener en reserva la identidad de la entrevistada), le contó al equipo de prensa de la página web Venezuela, ¡de verdad!, la larga historia de su vida, a través de cortos; pero, muy conmovedores mensajes.
Con lágrimas en los ojos, esta joven mujer de tan sólo 32 años de edad, quiso dirigir sus más sinceras palabras, a todas aquellas personas que, aún, no han aprendido a valorar la vida y no se han dado cuenta que el destino “lo construye uno mismo”.
“Espero que mis palabras no sean un consuelo para las personas que tienen una vida gris. Quiero que mis palabras sirvan de aliento para todos quienes creen que su vida no tiene sentido”.
Samantha contó que, desde muy pequeña fue una niña muy rebelde. Siempre fue grosera con sus padres y se molestaba cada vez que ellos le pedían algún favor.
“La única persona que, medio me controlaba, era mi madre. Ella, a veces, me hablaba muy fuerte y me castigaba. Confieso que le tenía un poco de miedo. Mi padre, generalmente, andaba en su mundo. Él fue un poco mujeriego y vivía peleando con mamá”.
Paredes, aún no se explica cuál fue el error que tuvieron sus padres al criarla. “Tal vez, yo me comportaba así para llamar la atención. Ellos se la pasaban todo el día en la calle, trabajando. Cuando llegaban a casa, lo primero que hacían era discutir conmigo. Siempre tenían cualquier excusa para pelear. Yo sentía que mi casa era un infierno”.
Todos los reproches y las exigencias de los padres de Samantha, fueron creando en ella cierto rechazo. Ya no le provocaba estar en su casa y la mayoría del tiempo lo pasaba en la calle, con algunos amigos y amigas que, no eran de mucho fiar.
El 28 de junio de 1997, la madre de Paredes sufrió un infarto que le quitó la vida. A partir de ese día, el destino de Samanta tomó otro rumbo, pues, ya no tenía a esa “dura viejita” que, de mala o buena manera, la orientaba en su camino.
La pérdida de su madre afectó mucho a Paredes. Al cumplir 20 años de edad, Samantha se fue de su casa y comenzó a vivir con su novio (Frank), quien, tenía 30 años y era consumidor compulsivo de drogas.
“Yo no sabía que mi novio Frank tenía malas mañas. Lo descubrí, después de vivir un año en concubinato. Para mí, fue muy duro. En ese momento sentí que, apenas, lo estaba comenzando a conocer”.
En varias oportunidades, Samantha intentó separarse de su pareja; pero, no podía. “¡Él siempre me amenazaba! Me decía que, si me iba de casa, haría lo posible e imposible por encontrarme”.
Samantha, ya no sabía qué hacer. Sentía miedo de escapar, porque Frank era capaz de todo.
“Cuando estaba bajo los efectos de las drogas, me golpeaba. Además, yo no tenía adonde ir, porque Frank se sabía las direcciones de las casas de mis familiares. ¡No encontraba solución!”.
Después de 8 largos años, a Samantha se le ocurrió contactar a unos familiares de Frank, residenciados en Maracaibo, estado Zulia, para que la ayudaran a buscar la manera de internarlo en un centro de desintoxicación.
“Los tíos de Frank me ayudaron mucho y, a los 3 meses, logramos internarlo”.
Actualmente, Frank tiene casi un año internado en una clínica de rehabilitación, ubicada en el estado Zulia. “Al parecer, le ha ido muy bien. Sus tíos me contaron que ha mejorado mucho”.
La vida de Samantha es otra desde que se separó de Frank. Ahora, trabaja como secretaria en una escuela para niños especiales y vive, nuevamente, con su padre.
Aseguró que, ahora, aprovecha cada minuto del día para expresarle a su padre cuánto lo ama y valora.
“Lamentablemente, uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Hoy día no tengo a mi madre y, por inmadurez, rebeldía y torpeza, no la supe aprovechar. ¡Era una gran mujer! Es triste que el ser humano llegue a equivocarse tanto y reconozca sus errores tan tarde”.
Para Paredes, todo en la vida tiene un precio. “El precio que a mí me tocó pagar por mis malas acciones, lo estoy pagando ahora, con un cáncer de mama que padezco. Ojalá Dios me permita vivir muchos años más para darle a mi padre la buena vida que merece, y no le había podido dar”.
“La vida, hay que vivirla con responsabilidad. Las depresiones, las rabias, los rencores y todas las energías negativas, le ocasionan enfermedades al cuerpo”, dijo Paredes.
“La única herramienta para reparar el destino, es la reflexión”.

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