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por Carlos Aznárez
(Resumen Latinoamericano)
Latinoamérica y el Caribe sermonearon otra vez
al Tío Sam, lo pusieron en evidencia como no ocurría desde el
2005 en Mar del Plata, cuando ese Comandante Eterno de los
condenados de la tierra, le gritó a Bush en pleno rostro, que
al ALCA se lo meta donde le quepa.
Sin embargo, esta victoria de los pueblos en
la Cumbre panameña adquiere incluso mayor importancia, ya
que se produce precisamente en un momento de peligrosa
ofensiva estadounidense sobre el continente. Al mismo tiempo
que la IV Flota navega en nuestros ríos, las bases militares
pululan por donde se mire, y los planes de injerencia
abundan en nuestros países con forma de buitres, escuchas
telefónicas, espionaje de alto nivel, y maniobras militares
encubiertas. A pesar de ello, o mejor dicho, en función de
enfrentar estas acechanzas, algunos gobiernos y pueblos
concurrieron a Panamá con discursos y acciones de una
dignidad apabullante.
La presencia de Raúl Castro con sus 56 años
de Revolución Socialista en la mochila, sentándose
nuevamente a una mesa de la que Cuba se retirara hace 35
años, y mostrando que el tiempo no pasa para quienes
mantienen en alto los principios, se convirtió en el momento
de mayor contenido antiimperialista. Un Raúl (y un Fidel
allá en la Isla) enfrentando muy diplomáticamente a un Obama
empequeñecido. Desde la otra punta de la mesa, tuvo que
escuchar en cuerpo presente (aún no se había fugado) que el
bloqueo criminal por él impulsado, sigue causando dolor y
muerte al pueblo cubano, que ya es hora de que se levante
sin condiciones y que además devuelvan, los piratas de la
barra y las estrellas, ese territorio usurpado llamado
Guantánamo. Pero sobre todo, el presidente cubano reiteró
(en el discurso más aplaudido de la Cumbre) su defensa
irrestricta de la agredida Venezuela, arrojando por la borda
esas falaces dudas de que en base a la doctrina yanqui del
garrote y la zanahoria, creada indudablemente para dividir
a los pueblos, Cuba iba a dar un paso al costado en su
rebeldía. No conocen quienes así piensan, lo que siempre ha
significado para el gobierno y el pueblo cubano la
solidaridad internacionalista y militante.
En este mismo terreno reconfortó a propios y
extraños volver a comprobar el nivel de concientización
política y humana que mostraron los componentes de la
delegación cubana asumiendo como propia la representación de
todos los que no tuvieron posibilidades de participar en la
Cumbre. Diciendo con voz clara y precisa que con los
mercenarios y cómplices del terrorismo anti-cubano no se
podía ni se debía dialogar.
Hacía décadas que Cuba no actuaba en estos
tinglados montados con felonía por la OEA y gratificó
comprobar que los jóvenes cubanos tienen la Revolución a
flor de labio y no se dejan amedrentar por triquiñuelas
burocráticas. Detrás de ellos, unidos como en una piña, los
integrantes de la delegación venezolana también pusieron a
parir a los que pretendían hacer una Cumbre cariñosa con la
derecha regional.
Fue un lujo también escuchar en el encuentro
de presidentes a un Nicolás Maduro que no dejó nada sin
decir, que se encabronó para reclamarle a Obama que saque
sus narices de la política interna venezolana, recordándole
que 14 millones de firmas exigiendo que "anule el decreto
ya no son pocas razones para demostrarle que sus amenazas
han caído en el ridículo, que deje de actuar como un
referente de la oposición escuálida y que atienda las
miserias generadas por el capitalismo en su propio país.
Un Rafael Correa que no quiso dejar pasar la
ocasión para espetarle a Obama que nuestros pueblos nunca
más aceptarán la tutela, la injerencia, ni la intervención
y que "llegó la hora de la segunda y definitiva
independencia" de América Latina.
Un Evo Morales, que de manera inhabitual en
él prefirió leer su discurso precisamente para no olvidarse
ningún punto ni ninguna coma en el relato de tropelías
cometidas por los Estados Unidos contra el Tercer
Mundo. Deje de usar el miedo, las políticas de terror, los
condicionamientos de toda naturaleza, deje de comportarse
como imperio, sentenció el líder indígena boliviano.
Frente a este embate conjunto de presidentes
que representan a sus pueblos, Obama prefirió retirar su
cuerpo de la mesa y no escuchar las verdades que le
arrojaban como dardos. Fue tan burdo en su descortesía
protocolar que la propia presidenta Cristina Kirchner
ironizó sobre el tema, señalando: No sé si estará presente
el presidente Obama o si se habrá retirado, no alcanzo a
ver, tendría que ponerme los anteojos y no tengo ganas, no
está. No importa, alguien se lo contará.
Pero si faltaba algo, la estocada más filosa
contra el discurso imperial sobrevino en ese ámbito de la
diplomacia de los pueblos que fue la Cumbre paralela llevada
a cabo en el Paraninfo de la Universidad panameña. Allí
donde se recordó con memoria fértil y no poco dolor a las
miles de víctimas del bombardeo e invasión norteamericana de
1989, a los que también homenajeó el presidente Maduro
concurriendo junto con familiares y militantes panameños al
histórico y combativo barrio de Los Chorrillos.
La Cumbre de los Pueblos fue el escenario
real de lo que ocurre en el continente. Allí se habló de
independencia, de soberanía, de luchas contra la megamineria
y los agrotóxicos, de la maldad que significa el bloqueo de
cinco décadas a Cuba o el sojuzgamiento imperial a Puerto
Rico.
También se pudo escuchar, ya más en familia,
a Evo, Correa, Maduro, compartiendo en un ida y vuelta sin
pelos en la lengua, lo importante que había resultado esta
Cumbre para propinarle una descomunal paliza a los señores
de Washington. Por supuesto que aquí sí hubo declaración
final de fuerte contenido antiimperialista y por la paz, lo
que lamentablemente no ocurrió en la Cumbre oficial por
maniobras concesivas con el Imperio, que indudablemente, de
haberse producido iba a salir doblemente magullado.
Lo dicho, Obama y su representación de un
Imperio que no es invencible, quedaron patéticamente
expuestos en Panamá. Podrán inventarse todas las teorías y
mentiras que deseen (para eso siempre cuentan con los medios
corporativos que cubrieron la Cumbre al gusto de sus amos),
intentarán incluso autoconvencerse de que son ciertos sus
propias palabras, de que las relación EEUU-Latinoamérica es
la mejor en décadas, pero no engañan a nadie. Más aún:
seguramente en los próximos meses se profundizarán las
iniciativas de acercamiento con Cuba e inclusive con
Venezuela, producto del cambio de tácticas del Imperio
frente a estas palizas que está sufriendo en la batalla de
ideas, más la bronca movilizada de nuestros pueblos.
Obama y sus muchachos intentarán minimizar
las averías sufridas en su vehículo blindado (y artillado)
en el choque contra el rejuvenecido tren latinoamericano,
pero los hechos hablan más que las palabras. Esta vez
perdieron, digan lo que digan. Ahora falta ir con todo hacia
adelante para que levanten el bloqueo a Cuba y anulen el
decreto amenazador contra Venezuela. Es lo que nos deben
entre tantas agresiones producidas.
Por otra parte, la alegría de hoy no
significa que haya que bajar la guardia: el Imperio y el
capitalismo son perversos por definición y volverán a pasar
al ataque, pero repito: objetivamente Panamá se convirtió
coyunturalmente en la tumba de su prepotencia y del discurso
injerencista. Por segunda vez en estos últimos diez años, se
le pudo decir al Imperio que América se respeta, y eso no
es poca cosa.
Un párrafo final para la movilización
popular latinoamericana que acompañó esta patriada: allí
están las numerosas Tribunas Antiimperialistas que se
realizaron en varios países en coincidencia con el evento
panameño. En Brasil, en El Salvador, en México, y hasta en
Europa. O aquí nomás, este pasado viernes en Buenos Aires,
donde diversas organizaciones populares argentinas acamparon
durante horas frente a la embajada yanqui, repudiaron al
Imperio USA y al británico, se solidarizaron con Venezuela
Bolivariana y Cuba, y entre gritos y consignas le prendieron
fuego a una bandera norteamericana, simbolizando en ese
gesto toda la descomunal bronca que suscita el accionar de
Obama y sus acólitos.
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