Hasan y Nour dejaron los suburbios de Damasco en diciembre con su hijo de dos años. Tras meses de periplo, se refugiaron en Roma, invitados por el papa Francisco, aunque ya echan de menos el país que tuvieron que abandonar.
"No estábamos ni con el régimen sirio ni con los islamistas. Dejamos Siria porque mi marido fue llamado a filas del ejército sirio", cuenta Nour, de 30 años, con su pequeño Riad al lado.
Pensaban dirigirse a Francia, donde Nour realizó una parte de sus estudios, pero antes de llegar a Turquía, tuvieron que atravesar su país en guerra. Allí, el grupo yihadista Estado Islámico (EI) los detuvo durante unos días en la región de Raqa, de donde pudieron escapar gracias a un pasante.
"En Turquía y Grecia, si te atrapan, no hay problema, permaneces solo unas horas en prisión. Pero si te atrapan en Siria, pueden incluso matarte", explica Nour, que recuerda con terror los bombardeos de las aviaciones siria y rusa.
En un puerto turco, su marido, de 31 años, cuenta que fue timado por un pasante que quería hacerle subir junto con otras 62 personas a una lancha neumática con capacidad para 40 personas. "Me negué", dice. Con todo, la familia consiguió cruzar el mar antes de verse atrapada en el laberinto administrativo de Lesbos.
Puesto que llegaron antes de que entrara en vigor el acuerdo que prevé la devolución de todos los migrantes en situación irregular hacia Turquía, no tuvieron que volver a hacerse a la mar. Sin embargo, la isla griega se convirtió para ellos en lo más parecido a una prisión.
Eso, hasta el momento en el que los representantes de la comunidad católica de Sant'Egido les plantearon una posible transferencia hacia Italia, sin hablarles del papa ni de su avión, explica Hasan, con el gesto relajado y los ojos risueños.
Más sobre
Ni siquiera ahora "nos creemos lo que pasó, es como un
sueño", explica Nour. En el avión, el pontífice argentino se acercó a
saludarles. "Acarició la cabeza de nuestro hijo. Nuestro Riad besa ahora
a su foto", aseguran.- Nostalgia -
De silueta fina, voz dulce y grandes ojos soñadores, con el cabello recogido en una coleta, Nour responde a los periodistas en el patio de una escuela de idiomas de la comunidad que los acoge en el romano barrio del Trastevere, a la espera de que el apartamento previsto en El Vaticano esté listo.
Hasan se muestra tranquilo por haber llegado y da cuenta de la "amabilidad" de los romanos, repitiendo que no le falta de nada, pero no puede evitar pensar en sus familiares, a quienes tuvo que dejar atrás. "Uno puede encontrar un nuevo lugar para vivir, pero no una nueva familia", atestigua.
La pareja añora la Siria de antes de la guerra, cuando los cristianos y los musulmanes de todas las confesiones cohabitaban en paz.
Para Hasan y Nour, musulmanes como las otras dos parejas invitadas por el papa, el gesto del líder de la Iglesia católica es todavía más destacable en un momento en el que los responsables musulmanes están lejos de hacer lo mismo. "Ningún religioso musulmán, ningún presidente, han considerado nuestro sufrimiento. No hay ningún religioso musulmán que haya hecho lo mismo que el papa. Y, sin embargo, tienen los medios, el dinero. Me refiero a los países del Golfo. Tienen todos los medios para acoger a los refugiados sirios, pero ninguno lo ha hecho", comenta enojada la joven mujer.
Hasan y Nour asistieron a su primera clase de italiano el domingo y aseguran querer integrarse en el país, una vez que obtengan el asilo político, aunque todavía no han tenido tiempo de hacer planes de futuro. "Espero que mi hijo pueda tener un futuro como el que yo tenía antes de la guerra", confía Nour.
No hay comentarios:
Publicar un comentario