Hace 14 años fue un día nefasto para la historia de mi país: el proceso
más importante de democracia participativa y protagónica de la historia
de Venezuela fue embestido por el imperio norteamericano y sus lacayos
nacionales.
Ese día murieron en el centro de Caracas un grupo de venezolanos a causa de disparos de funcionarios de la Policía Metropolitana (PM) y francotiradores que fueron apostados en los alrededores del palacio de Miraflores por sectores fascistas de la oposición, quienes –durante los meses previos a esta masacre- configuraron todo un escenario junto a los dueños de medios de comunicación, dirigentes empresariales y de partidos opositores, militares golpistas y sindicalistas, para derrocar el gobierno legítimo liderado por el Presidente Chávez.
Lo que siguió al derrocamiento, fue una feroz persecución contra el pueblo y sus dirigentes chavistas, y un silencio mediático que intentó acallar lo que ocurría en las calles. Comenzaba así una dictadura fascista que afortunadamente duró muy poco gracias a la alianza cívico-militar impulsada por Chávez desde su llegada al poder como soporte esencial de los cambios revolucionarios.
Con el dolor en el alma por los caídos, el pueblo de Chávez junto a la Fuerza Armada Bolivariana se unieron en uno solo para defender la democracia del fascismo, y de esta manera frustrar aquel intento de acabar con el sueño de millones de venezolanos de una Patria libre y soberana.
Hoy, aquellos que siempre han conspirado para desestabilizar la democracia venezolana y eliminar a la Revolución Bolivariana, con su mayoría parlamentaria aprobaron una "Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional", que pretende exculpar a los actores principales del 11A, además de liberar a los responsables de las guarimbas, banqueros corruptos, asesinos a sueldo, estafadores inmobiliarios y hasta narcotraficantes.
Aquellos que masacraron al pueblo, buscan ahora autoperdonarse y promover la impunidad con la aprobación de esta Ley, que a todas luces trasgrede la Constitución Bolivariana de Venezuela, la cual expresamente prohíbe leyes de amnistía para personas que se hayan involucrado en violación de derechos humanos.
Han pasado 14 años del 11A. Muchas cosas han cambiado, hoy tenemos un pueblo empoderado avanzando –a pesar de las dificultades- en la construcción de una sociedad más justa; Chávez ya no está físicamente pero su legado nos mantiene unidos. Del lado opositor, vemos a los mismos verdugos del 11A, ahora agrupados en la MUD, que no es más que la antigua Coordinadora Democrática que tanto daño le hizo al país convocando el paro petrolero criminal; que en nombre de la democracia dieron un golpe de estado contra Chávez, que institucionalizaron acciones violentas como las guarimbas, entre otras operaciones de carácter insurreccional con el único fin de acabar con la Revolución Bolivariana y retomar el poder.
Ahora, ni siquiera teniendo en sus manos el Poder Legislativo, son capaces de legislar y coordinar con los otros poderes públicos. Simplemente aplican el concepto de tierra arrasada atacando económicamente, saboteando toda iniciativa gubernamental o azuzando psicológicamente a la población con su poder mediático para intentar un estallido social. En fin, tratando de dejarle al gobierno un terreno minado, estéril, agotado, y si pudieran, incendiado, para luego por cualquier vía sacar al Presidente electo (tan legítimo como ellos).
En estos momentos en que el peligro acecha, los revolucionarios tenemos prohibido olvidar estos hechos y sus protagonistas. Aquel 11A esa arremetida fascista no fue contra Chávez, fue contra un pueblo decidido a ser libre.
Por eso, tenemos el deber histórico de aplastar la conspiración, la impunidad y el cinismo de los mismos fascistas de siempre que pretenden destruir el legado de nuestro Comandante Chávez y derrocar la Revolución Bolivariana liderada por el Presidente Nicolás Maduro.
Ese día murieron en el centro de Caracas un grupo de venezolanos a causa de disparos de funcionarios de la Policía Metropolitana (PM) y francotiradores que fueron apostados en los alrededores del palacio de Miraflores por sectores fascistas de la oposición, quienes –durante los meses previos a esta masacre- configuraron todo un escenario junto a los dueños de medios de comunicación, dirigentes empresariales y de partidos opositores, militares golpistas y sindicalistas, para derrocar el gobierno legítimo liderado por el Presidente Chávez.
Lo que siguió al derrocamiento, fue una feroz persecución contra el pueblo y sus dirigentes chavistas, y un silencio mediático que intentó acallar lo que ocurría en las calles. Comenzaba así una dictadura fascista que afortunadamente duró muy poco gracias a la alianza cívico-militar impulsada por Chávez desde su llegada al poder como soporte esencial de los cambios revolucionarios.
Con el dolor en el alma por los caídos, el pueblo de Chávez junto a la Fuerza Armada Bolivariana se unieron en uno solo para defender la democracia del fascismo, y de esta manera frustrar aquel intento de acabar con el sueño de millones de venezolanos de una Patria libre y soberana.
Hoy, aquellos que siempre han conspirado para desestabilizar la democracia venezolana y eliminar a la Revolución Bolivariana, con su mayoría parlamentaria aprobaron una "Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional", que pretende exculpar a los actores principales del 11A, además de liberar a los responsables de las guarimbas, banqueros corruptos, asesinos a sueldo, estafadores inmobiliarios y hasta narcotraficantes.
Aquellos que masacraron al pueblo, buscan ahora autoperdonarse y promover la impunidad con la aprobación de esta Ley, que a todas luces trasgrede la Constitución Bolivariana de Venezuela, la cual expresamente prohíbe leyes de amnistía para personas que se hayan involucrado en violación de derechos humanos.
Han pasado 14 años del 11A. Muchas cosas han cambiado, hoy tenemos un pueblo empoderado avanzando –a pesar de las dificultades- en la construcción de una sociedad más justa; Chávez ya no está físicamente pero su legado nos mantiene unidos. Del lado opositor, vemos a los mismos verdugos del 11A, ahora agrupados en la MUD, que no es más que la antigua Coordinadora Democrática que tanto daño le hizo al país convocando el paro petrolero criminal; que en nombre de la democracia dieron un golpe de estado contra Chávez, que institucionalizaron acciones violentas como las guarimbas, entre otras operaciones de carácter insurreccional con el único fin de acabar con la Revolución Bolivariana y retomar el poder.
Ahora, ni siquiera teniendo en sus manos el Poder Legislativo, son capaces de legislar y coordinar con los otros poderes públicos. Simplemente aplican el concepto de tierra arrasada atacando económicamente, saboteando toda iniciativa gubernamental o azuzando psicológicamente a la población con su poder mediático para intentar un estallido social. En fin, tratando de dejarle al gobierno un terreno minado, estéril, agotado, y si pudieran, incendiado, para luego por cualquier vía sacar al Presidente electo (tan legítimo como ellos).
En estos momentos en que el peligro acecha, los revolucionarios tenemos prohibido olvidar estos hechos y sus protagonistas. Aquel 11A esa arremetida fascista no fue contra Chávez, fue contra un pueblo decidido a ser libre.
Por eso, tenemos el deber histórico de aplastar la conspiración, la impunidad y el cinismo de los mismos fascistas de siempre que pretenden destruir el legado de nuestro Comandante Chávez y derrocar la Revolución Bolivariana liderada por el Presidente Nicolás Maduro.
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