Venezolanos con discapacidad han descubierto en el buceo una experiencia liberadora, en la que despojados de sus sillas de ruedas se lanzan a una aventura en la que algunos, por primera vez, ven sus cuerpos erguidos.
Sumergirse en el mar es la meta, pero antes practican en piscinas de la mano de buzos profesionales que les enseñan a respirar bajo el agua, con equipos especializados, desafiando sus dificultades motoras.
"Sentí una absoluta libertad durante todo el recorrido. Es más, se me olvidó que tenía discapacidad", relató emocionada Mercedes Gómez, tras una inmersión en la pileta de un complejo médico del este de Caracas.
Gómez, de 31 años y que vive desde hace seis con una complicación motora, dirige Achilles Venezuela, una organización no gubernamental (ONG) que promueve la práctica del deporte entre personas con distintas discapacidades.
"No tenía la silla, estaba fuera de mi zona de confort, completamente relajada", añadió sobre el ejercicio que convocó a una docena de amigos, la mayoría de los cuales buceaba por primera vez.
El nerviosismo era evidente en algunos de ellos, que descendieron al agua en los brazos de buzos como Wolfgang Guevara, uno de los dos instructores acreditados en Latinoamérica en buceo adaptado para personas con discapacidad, una práctica que surgió hace seis años en Dinamarca y hoy se extiende a varios países.
"Una persona que nació con una discapacidad y nunca pudo verse parado, lo puede hacer bajo el agua. Va a poder ver todos sus miembros erguidos, va a poder moverse con sus manos, y si no es posible con las manos, entonces lo hará con las piernas", comentó.
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- ¡Algo de otro mundo! -Guevara ama el buceo porque le permite descubrir nuevos paisajes y relajarse, pero hacerlo con estos alumnos es especial.
"Cuando sales del agua, la sonrisa, la felicidad de cada uno de ellos es gratificante", dijo Guevara, subrayando las ventajas de la natación, y en particular del buceo, para la salud física y mental de las personas con discapacidad.
Gómez señala que el propósito es multiplicar las inmersiones en piscinas para luego lanzarse al mar, lo que según dijo demanda mayor esfuerzo, una logística especial y equipos costosos, por lo que la idea es ir paso a paso.
Jaiyelitt Solórzano, una estudiante de 28 años, comenta que aunque fue "un poquito complicado al principio para controlar la respiración", después "es algo de otro mundo".
"Fue asombroso (...) Era la primera vez, lo había intentado antes, pero siempre me decían que no porque no estaban preparados para tratar con personas con discapacidad. Ahora quiero hacerlo en el mar", afirmó.
David Cedeño, director de la ONG Discapacidad Cero, sostiene que la experiencia es un reto al organismo para que por un momento "se cambie el chip de la respiración" y se instale en un hábitat diferente.
"Abajo del agua puedes tener mucho más movimiento de lo que tienes en superficie. Es genial porque sientes que puedes dominar más tu cuerpo que cuando estás arriba", expresó Cedeño.
Según el censo de 2011, cerca de 1, 4 millones de venezolanos (5, 38% de la población) vivían con alguna discapacidad, siendo la pérdida o disminución de las funciones visuales la de mayor frecuencia, seguida de los problemas cardiovasculares (1, 0%) y músculo esqueléticos (0, 9%).
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