Caracas, 20 Ene. AVN.- A pesar del Caracazo, aquel 27 de febrero de 1989, la tormenta social persistía a principios de 1992. Corrupción en la instituciones, elevados precios en productos básicos, déficit presupuestario, 12 personas asesinadas durante un fin de semana por la delincuencia, huelga de maestros, era el panorama del país que hablaba de una Venezuela en crisis maquillada por voceros del Gobierno de Carlos Andrés Pérez (CAP).
Como una descarga eléctrica, consecuencia del nublado clima socioeconómico del país, reventó la Rebelión Cívico Militar del 4 de febrero de 1992, producto del Plan Zamora, llevado a cabo por un grupo de militares del Movimiento Bolivariano MBR 200, dirigido por el entonces teniente coronel Hugo Chávez Frías.
Pocos días antes de esta fecha el Ministro de Trabajo de CAP, Ruben Rodríguez, anunciaba la suspensión de aumentos del salario mínimo por decreto con argumentos que se iban desmoronando.
"Estamos interesados en que el salario sea suficiente para el sustento de la familia", dijo en una entrevista a publicada en la página D/1 de El Nacional, del 21 de enero, no obstante, arguyó que al aumentar el salario se incidía negativamente en el trabajador porque se detonaba la inflación.
La periodista Rosita Regalado había disparado sus preguntas y exigía explicaciones sobre las razones que llevaron a fijar el salario en 8.000 bolívares cuando los trabajadores clamaban por 12.000, y cuando la cesta de alimentos estaba por encima de los 18.000.
El ministro intentó ofrecer explicaciones que sólo dejaban al descubierto a un Gobierno cada vez más ligado a las políticas neoliberales, y dijo que el aumento de salarios creaba inflación y desempleo: "El aumento salarial de mayo pasado afectó a 54 mil puestos de trabajo en el estado Carabobo, solamente".
Ese mismo día, El Nacional anunciaba una movilización de trabajadores docentes de todo el país hasta el Ministerio de Educación "en protesta por la crisis del sector", el mismo CAP admitió que faltarían 180 mil millones en el presupuesto de ese año (1992), y un reporte narraba un nuevo golpe al bolsillo del venezolano: el aumento de precios en los productos básicos como el azúcar.
"Ayer en los mercados populares como si no fuera suficiente el incremento de PVP (Precio de Venta al Público) de este alimento se ofrecían bolsitas de 150 gramos a 10 bolívares cada una, con lo que se incrementa el costo por kilo al doble", reseñó la nota en la página D/3 de este diario el mismo 21 de enero.
La harina precocida pasó de 25 a 30 bolívares, y el aceite de maíz que andaba por los 79 llegó a 85, también la lata de leche de un kilo aumentó de 440 a 490, aunque también en el mercado existían latas hasta de un cuarto de kilo (que también subió de precio) para los menos pudientes, que eran la mayoría.
Mientras en Miraflores se preocupaban por la drástica caída de los precios del petróleo venezolano, las importaciones crecían y las exportaciones bajaban, y se anunciaba el aumento de tarifas por parte de la Compañía Anónima Nacional de Teléfonos Venezolanos (Cantv).
Paralelamente, la Contraloría General de la República revelaba en un informe la corrupción dentro del IVSS con 80% de compras sin ningún estudio previo o evaluación. "Se observa como se destina a gasto corriente dineros, de fondos de pensiones, en clara violacion a legal", denunciaban los copeyanos desde la Cámara de Diputados.
Entretanto los adultos mayores que para la época eran "los ancianos", y ya había salido varias veces a protestar a la calle, anunciaban que volverían a tomar la avenida Urdaneta el 28 de enero de 1992.
"Cansados de esperar y escuchar explicaciones que no llevan a soluciones concretas comprendieron que por muchos años que tengan encima la única forma de hacerse escuchar en Venezuela es tomando medidas drásticas", narraba el periodista.
En ese país agitado, el hampa ya hacía de las suyas. Un título de El Nacional es elocuente: "Asesinaron a chofer de rústico tres asaltantes en Montalban". Entre los 12 personas víctimas de delincuentes durante el fin de semana del 18 y 19 de enero de 1992 también estaba un chofer de buseta en los Magallanes de Catia.
Por debajo de esta situación nacional, en la clandestidad, se venía planificando la rebelión desde años antes, y a 15 días de que el hampa le cegaran la vida al jeepcero de Antímano, llegó el rayo producto de aquella tormenta social: Militares alzados ante el las políticas neoliberales y ante un pésimo panorama social.
Dos décadas después, el líder de la rebelión del 4 de febrero, Hugo Chávez Frías, ahora a la cabeza del Gobierno Nacional, en la presentación de la Memoria y Cuenta 2011, citaba de la novela Los Miserables, de Víctor Hugo, un diálogo en el cual el obispo Bienvenido Myriel le preguntaba sobre la sangre derramada en el año 92 al viejo revolucionario moribundo.
"Una nube se forma durante mil 500 años, al final de 15 siglos revienta, y ustedes condenan al rayo", respondió el revolucionario y la frase fue tomada por Chávez; "Igual pasó con nosotros, años y años de tormenta, he aquí las huellas frescas todavía de aquella tormenta. Algunas huellas nada más. Y surgió el rayo, condenan al rayo. Bien, adelante los condenadores de rayo que se niegan a ver las causas del rayo y las tormentas".
Como una descarga eléctrica, consecuencia del nublado clima socioeconómico del país, reventó la Rebelión Cívico Militar del 4 de febrero de 1992, producto del Plan Zamora, llevado a cabo por un grupo de militares del Movimiento Bolivariano MBR 200, dirigido por el entonces teniente coronel Hugo Chávez Frías.
Pocos días antes de esta fecha el Ministro de Trabajo de CAP, Ruben Rodríguez, anunciaba la suspensión de aumentos del salario mínimo por decreto con argumentos que se iban desmoronando.
"Estamos interesados en que el salario sea suficiente para el sustento de la familia", dijo en una entrevista a publicada en la página D/1 de El Nacional, del 21 de enero, no obstante, arguyó que al aumentar el salario se incidía negativamente en el trabajador porque se detonaba la inflación.
La periodista Rosita Regalado había disparado sus preguntas y exigía explicaciones sobre las razones que llevaron a fijar el salario en 8.000 bolívares cuando los trabajadores clamaban por 12.000, y cuando la cesta de alimentos estaba por encima de los 18.000.
El ministro intentó ofrecer explicaciones que sólo dejaban al descubierto a un Gobierno cada vez más ligado a las políticas neoliberales, y dijo que el aumento de salarios creaba inflación y desempleo: "El aumento salarial de mayo pasado afectó a 54 mil puestos de trabajo en el estado Carabobo, solamente".
Ese mismo día, El Nacional anunciaba una movilización de trabajadores docentes de todo el país hasta el Ministerio de Educación "en protesta por la crisis del sector", el mismo CAP admitió que faltarían 180 mil millones en el presupuesto de ese año (1992), y un reporte narraba un nuevo golpe al bolsillo del venezolano: el aumento de precios en los productos básicos como el azúcar.
"Ayer en los mercados populares como si no fuera suficiente el incremento de PVP (Precio de Venta al Público) de este alimento se ofrecían bolsitas de 150 gramos a 10 bolívares cada una, con lo que se incrementa el costo por kilo al doble", reseñó la nota en la página D/3 de este diario el mismo 21 de enero.
La harina precocida pasó de 25 a 30 bolívares, y el aceite de maíz que andaba por los 79 llegó a 85, también la lata de leche de un kilo aumentó de 440 a 490, aunque también en el mercado existían latas hasta de un cuarto de kilo (que también subió de precio) para los menos pudientes, que eran la mayoría.
Mientras en Miraflores se preocupaban por la drástica caída de los precios del petróleo venezolano, las importaciones crecían y las exportaciones bajaban, y se anunciaba el aumento de tarifas por parte de la Compañía Anónima Nacional de Teléfonos Venezolanos (Cantv).
Paralelamente, la Contraloría General de la República revelaba en un informe la corrupción dentro del IVSS con 80% de compras sin ningún estudio previo o evaluación. "Se observa como se destina a gasto corriente dineros, de fondos de pensiones, en clara violacion a legal", denunciaban los copeyanos desde la Cámara de Diputados.
Entretanto los adultos mayores que para la época eran "los ancianos", y ya había salido varias veces a protestar a la calle, anunciaban que volverían a tomar la avenida Urdaneta el 28 de enero de 1992.
"Cansados de esperar y escuchar explicaciones que no llevan a soluciones concretas comprendieron que por muchos años que tengan encima la única forma de hacerse escuchar en Venezuela es tomando medidas drásticas", narraba el periodista.
En ese país agitado, el hampa ya hacía de las suyas. Un título de El Nacional es elocuente: "Asesinaron a chofer de rústico tres asaltantes en Montalban". Entre los 12 personas víctimas de delincuentes durante el fin de semana del 18 y 19 de enero de 1992 también estaba un chofer de buseta en los Magallanes de Catia.
Por debajo de esta situación nacional, en la clandestidad, se venía planificando la rebelión desde años antes, y a 15 días de que el hampa le cegaran la vida al jeepcero de Antímano, llegó el rayo producto de aquella tormenta social: Militares alzados ante el las políticas neoliberales y ante un pésimo panorama social.
Dos décadas después, el líder de la rebelión del 4 de febrero, Hugo Chávez Frías, ahora a la cabeza del Gobierno Nacional, en la presentación de la Memoria y Cuenta 2011, citaba de la novela Los Miserables, de Víctor Hugo, un diálogo en el cual el obispo Bienvenido Myriel le preguntaba sobre la sangre derramada en el año 92 al viejo revolucionario moribundo.
"Una nube se forma durante mil 500 años, al final de 15 siglos revienta, y ustedes condenan al rayo", respondió el revolucionario y la frase fue tomada por Chávez; "Igual pasó con nosotros, años y años de tormenta, he aquí las huellas frescas todavía de aquella tormenta. Algunas huellas nada más. Y surgió el rayo, condenan al rayo. Bien, adelante los condenadores de rayo que se niegan a ver las causas del rayo y las tormentas".
Antonio Barrios AVN
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