Llámenlo costumbre, manía por el trabajo, obsesión por digerir y analizar el panorama político, etc., llámenlo como quieran.
Pero, si algo aprendí bien todos estos años es a ser observador y muy acucioso con las noticias, pues mi Comandante Chávez fue el pedagogo perfecto, ejemplo invalorable de este tablero de ajedrez que tenemos por política. De él aprendí muchísimas cosas, pero la más importante fue no temerle a la verdad; “Con la verdad no temo ni ofendo”, decía, y créanme, afortunadamente nunca dudé de su palabra e hice mía cada una de sus frases, sus acciones y su pregonar.
Es por ello que en los momentos de tribulación, cuando más cansado me sentía, cuando perdía el norte o cuando el cuerpo aflojaba, sólo bastaba que me llenara de su espíritu para confrontar cualquier dificultad. Vivo y ahora en reposo, mi Comandante fue y será siempre fuente permanente de mi lucha y me importa un carajo lo que la inmunda oposición diga o haga.
Recuerdo una expresión, no atino a saber quién fue el camarada que la dijo, que se me ha quedado grabada como un taladro marcando en mi cerebro: “La Hojilla se defiende sola”. Por supuesto, La Hojilla es Mario Silva; nada de “Bachiller Marginal”, “Señor de la Noche” o, ahora, “Agente del G2 Cubano”. Nada de eso. Solo Mario Silva a secas, pues siempre he rechazado cualquier título o mención honorífica.
Siempre he hecho el “trabajo sucio” que los estudiosos del periodismo no se atreven a hacer, por esas cosas de una vaina llamada ética del periodismo que, a fin de cuentas, terminan violando una y otra vez a nombre de la libertad de expresión y el bozal de arepas que imponen los socios de la Sociedad Interamericana de Prensa.
Soy el mal hablado, soez, irreverente, incluso deslenguado emocional que tiene el mal gusto de expresar lo que se habla en el barrio, en las calles, en las polvorientas escalinatas de los colectivos. Es decir, soy él que soy y, ¡carajo!, siempre arreo con mi muy compleja manía de dormir bien con mi conciencia… Por cierto, conciencia que en buena hora agitó y reavivó hasta el fondo del alma mi Comandante Hugo Chávez. Ese soy yo; Mario Silva a secas.
¿Visceral? ¡Sí! Pero, profundamente leal con la praxis y la teoría que nos dictaba el Comandante a todos los que lo sentimos, lo valoramos y hoy más que nunca, lo extrañamos. “Sean castos como las palomas y astutos como las serpientes”, arengó en más de una ocasión. El Presidente Nicolás Maduro lo sabe, estuvo cerca de él y entendió a la perfección cuán valiosos eran sus consejos. Hoy, cuando la corrupta oposición nos acecha y se repite el acoso sistemático que nos van imponiendo, Nicolás lo percibe y sabe que no tendremos paz con la miseria para defender el legado de un hombre que dio la vida por cada uno de nosotros.
“Dio la vida por nosotros” ¡Qué frase tan arrecha! ¡Qué frase tan significativa! Porque en medio de las circunstancias en las que sobrevino su muerte, Chávez, solo tuvo un solo pensamiento: Mi Pueblo ¿Qué va a pasar con mi pueblo? ¡Tiembla la tierra solo de pensarlo! ¡Temblamos todos solo al imaginarlo! Chávez viento, Chávez lluvia, Chávez llanura, Chávez Venezuela, Chávez Bolívar, Chávez Pueblo, Chávez Patria, ¡Chávez vive, carajo!
Lo dije ayer, antes de retirarme unos días para poder sanar de una dolencia menor que debe ser atendida, no tengo el menor temor a inmolarme por la Revolución Bolivariana y el legado de mi Comandante Chávez.
Cuando decidí que no había familia, ni compromiso pueril, ni horario, ni razones personales para dedicar todo mi esfuerzo a luchar por la dignidad, la moral y la preservación de la Independencia que nos dejó el Comandante Chávez, no era un juego de palabras o un discurso destinado a ganar adeptos. He sido en extremo duro conmigo mismo, crítico y de carácter volátil ante los errores. Pero, jamás he dejado de ser fiel a mis principios.
Hoy vi a Diosdado decir que “Águila no caza moscas. Ya el compañero Mario Silva dijo lo que tenía que decir”. Cierto, así fue, y no voy a agregar ni una palabra, ni un acento a lo que expresé ayer durante el programa La Hojilla. Las moscas que están revoloteando en el basural de la historia, ejecutando los mismos planes del 11 de abril de 2002, del paro petrolero, de las guarimbas, de los paramilitares, no merecen ni un rociado mortal del insecticida.
Y recordé una ocasión, la primera vez que me encontré con Diosdado, incluso antes de hacer el programa La Hojilla, y me dijo, no se me olvidará jamás esa frase: “Cuando la Revolución se consolide, estaremos los dos al lado del Comandante”. Aquí estamos Diosdado. Tú, Nicolás, el pueblo, yo. Sólo que el Comandante dio la vida por nosotros y ahora estamos obligados a hacer de esta Patria lo que él soñó.
También recuerdo la noche en que fui a la Academia Militar donde se le rendían honores al Comandante Eterno. Me quedé unos minutos viéndolo, tratando de asimilar lo que había sido inevitable, quizás tratando de grabar en mi memoria al hombre que por primera vez descansaba de su labor permanente. Aún su cara era el de quien reposa y está expectante, esperando ver con armoniosa ternura que sus hijos hagamos lo que debemos hacer.
Son casi las once, hora en que normalmente estoy esperando salir al aire. Y me senté a escribir; algo que me había negado la dinámica del trabajo y, bajo reposo médico, no dejo de tener esa extraña sensación de saber que me puedo defender, pero me acompaña el espíritu indomable de quien nos hizo indomables.
¡Patria Socialista o Muerte¡
¡Viviremos y Venceremos!
¡Hasta la Victoria Siempre!
Que el tiempo del pueblo gladiador acompañé al Libertador de los Nuevos Tiempos
Aporrea/Mario Silva
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