Ahora que se cumplen 8 años del referendum revocatorio que se convirtió en ratificatorio del mandato del Presidente Chávez, no queda menos que comparar esa coyuntura, que en mi opinión marcó la irreversibilidad de la Revolución Bolivariana, con la actual campaña por ocupar la silla de Miraflores.
Chávez alcanzó un luchado triunfo tras 4 años de desgaste psicosocial en Venezuela: saboteos en la administración publica, marchas y contramarchas, un golpe de Estado que precedió a un paro petrolero mortal contra la economia, además de medios de comunicación hostiles, comprometidos organicamente con esos hechos. Todo muy pegadito como para que la gente se cansara y decidiera retornar a la “paz” del bipartidismo.
Pero el Pueblo dijo, en efecto, “Basta”. Le ratificó al mundo su NO a la burguesía y al pasado neoliberal, pese a que no había percibido del todo los grandes logros con los que hoy, después de casi una década, ya cuenta y defiende. Fue una batalla extraordinaria, que persuadió a la oposición de representar el oscurantismo politico del país. Entró como en un letargo del que solo pudo salir con el triunfo milimétrico del SI en la reforma constitucional.
Hoy todo tiene un tono menos dramático, diria el Che. Chávez cuenta con el acumulado de logros sociales que implica una inversión social que supera los 500 mil millones de dólares, la perspectiva de desarrollo industrial con el ingreso de Venezuela al Mercosur, un programa de gobierno concreto, una maquinaria política como el PSUV y manifestaciones de apoyo tales como por ejemplo: “la familia Limardo está resteada con Chávez”, afirmó el padre del campeón olímpico venezolano.
Su rival parece desconcertado, apurado, improvisado. Dice que no marcha con los trabajadores porque él es “empleador”, forjó un documento de la Fuerza Armada y le echó la culpa al gobierno, intenta relacionarse con Lula Da Silva y éste dice publicamente que “la victoria de Chávez es la victoria de todos los demócratas” y, por si fuera poco, Uribe, uno de sus asesores, suelta una perla: “Me faltó tiempo para atacar militarmente a Venezuela”. Vaya que locura.
Reconstruir la moral de esa oposición parece una tarea urgente, por 2 razones: Toda revolución necesita del latigo de la contrarrevolución y, en lo inmediato, para obligarla a respetar los resultados del 7 de octubre, que anuncian una victoria monumental de Chávez, a quien todo le favorece, incluyendo el descenso de la inflación y la estabilización de los precios del Petróleo.
La oposición debe internalizar que su capítulo final no es el 7 de octubre. Vienen las regionales donde podrían conservar algunos espacios de poder para drenar sus angustias y el drama que significa extinguirse progresivamente del escenario político venezolano ante tanta rabia y amargura. Todavía tenemos fe en una oposición seria y responsable.
Jesús Manzanárez
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