viernes, 13 de junio de 2014

Payasería del Día D y su relación con Venezuela

Rescaniere

OPINIÓN GERÓNIMO PÉREZ RESCANIERE
Desde hace como tres días la televisión por cable me tiene hasta aquí con sus reportajes sobre el Día D, el desembarco en Normandía, abundan viejitos con boina azul y “pellejo de gallo fino” como dice García Márquez. Y con la banda de gánsters reunidos para darse palmaditas en la espalda y decir discursos y mirar la playa donde se realizó el desembarco. Son Holland, Obama, Merkel (Berlusconi, otro gangster, dijo que tenía el culo muy gordo. Él sabrá porqué). Todos aparecen vestidos de negro y aprovechan para reunirse en el grupo que llaman De los siete y dirigirle a Rusia advertencias. Obama le dio una tregua de un mes a Putin para que deje de ganar en Ucrania. Si no, aplicarán sanciones. Pero, ¿qué sanciones pueden ser esas? Lo que puede pasar es que si a Putin le jurungan demasiado el Putin puede cerrarle el grifo de gas a Europa y ponerla a pasar frío y, más importante, paralizar toda la industria europea. Imagínense eso. Eso sí sería una sanción, ejemplar y terrible. Okey, están blofeando para no quedar tan mal porque metieron la pata en Ucrania y ahora están derrotados. Amenazan, no tienen con qué. Mientras tanto sonríen y celebran el día D.
Gángsters, ahí lo que uno ve son gángsters. El Holland, por ejemplo, se enmascaró de socialista y resultó lo mismo que Felipe González, Felipillo en España, un sevillano señorón que le sirvió España a los capitales, alemanes y británicos, más bien británicos. Este gordito Holland lo que ha hecho con Francia es lo único que podía hacer, es un Robin Hood al revés, un Capriles Radonski con barriga y más bien calvo. La derecha confesa le ganó las elecciones y eso me contenta porque por lo menos no hay máscara. Este Holland es digno nieto o tataranieto de León Bloom. El obamita, bueno, ríe, interviene, le lanza advertencias a Rusia. Fracasaron en Ucrania, y supongo que una de las causas del fracaso en Ucrania sea el fracaso en Venezuela. Si hubieran tenido en Miraflores a un Leopoldo López (o a otro, porque a ese lo iban a convertir en mártir de la revolución de colores, y a poner muchas fotos de él, para que lloraran los comedores de Mac Donalds) hubieran podido trabajar mejor en Ucrania, mejor, mucho mejor, demasiado mejor, con un petróleo seguro, como trabajaron en Irak la primera invasión, la que llamaron Tormenta del Desierto,  teniendo aquí a Carlos Andrés Pérez para subir la producción en caso de cuita imperial.
El verdadero celebrante del Día D –y no necesitaría máscara si apareciera en los festejos– sería Rostschild, porque el Fondo Monetario Internacional  es la expresión verdadera de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial.  Sí, esa institución que dirige el genocidio, que sirve la sopa del hambre en África y la sirvió aquí hasta que llegó el Comandante y mandó a parar, es el resumen del mundo que salió del Día D. Ese, que desde que cayó la Unión Soviética aconseja “reducir el gasto social” y hace firmar a la gente cartas de intención, y habla de pasos en la dirección correcta, ese.
Va de cuento. Rotschild estaba asegurado de los dos lados en la Segunda Guerra Mundial, porque Hitler era hijo de un Rotschild, un hijo por detrás de la puerta, como dicen en Carora donde todo el mundo es hijo por detrás de la puerta. Un barón Rotschild de Hamburgo, de los puros, de los que tienen encima de la puerta el escudo con el castillo rojo,  le puso un hijo a Clara Brown Schikenbrunner, sirvienta. Luego bota a Clara preñada. La mujer se va a Lintz, Austria, duerme en zaguanes. Parió. Un empleado de aduana, Aloi Schikengruber se casa con ella. No pueden mantener al niño que nació y que Bruno Schikenbrunner y el mundo conocerá como Adolfo Hitler. Es rebelde, de la calle. Se mete a pintor, es un fracaso. En la Primera Guerra Mundial se alista en el ejército alemán, se sentía muy alemán. En Francia lo gasearon, estuvo hospitalizado años. Cuando salió comienza a decir que los judíos habían traicionado a Alemania, que el Káiser Guillermo Segundo les daba contratos inmensos, los tenía como amigos para repartirse el mundo y mientras tanto lo estaban traicionando en secreto.  La miseria ponía ojeras en todas las mujeres alemanas, en todos los hombres. Se le escucha y sale el nazismo. Rotshchild había puesto las ojeras pero estaba asegurado si ganaba Hitler.
Otro cuento, que se puede titular, Vínculos económicos de la Democracia triunfante en el Día D con el tío Adolfo. El presidente de la banca Thysen, alemana, era Prescott Bush, el papá del  primer presidente Bush y abuelo del segundo. Y la banca Thysen fue la que financió a Hitler, junto a los Krupp. El hijo de Prescott nació en 1924 o sea que tenía quince años cuando empezó la guerra y veintiuno cuando terminó. Es lógico, factible y educativo que su papá lo haya llevado a ver a Hitler, a tocar la mano del hombre que iba a limpiar de malas razas el mundo, que fue derrotado por la maquinaria industrial del capitalismo el día D mientras los Bush camuflaban los capitales dentro de la Shell Petroleum.
El hijo de Prescott Bush –Georges Bush, expresidente– llegó a Venezuela en 2002 a derrocar a Chávez. Juramentó a los muchachos de Primero Justicia en una hacienda del estado Miranda. Presentes estuvieron Cisneros y Pedro Carmona Estanga. ¿En qué los juramenta? En el rito llamado Chabad Luga Bisner, fundamentalista israelita, porque los tiempos cambian y el enemigo de ayer hoy es amigo.
Siempre fueron pronazis. La secta a la que pertenecen los Bush, la Skull and Bones, que poco a poco ha empezado a ser conocida, es eugenista, movió las leyes eugenistas de Estados Unidos de los años 1930, a las que Hitler copió, declarando que no tenía por qué redactar otras porque esas eran perfectas.
Es que ni siquiera es verdad que la invasión de Normandía fuera un choque frontal. O por lo menos no es la verdad principal. La victoria aliada fue fruto en lo principal del engaño ejecutado por un espía español, cuyo nombre de guerra fue Garbo. Hay novelas sobre él y una película de Nigel West, construida con recortes de noticieros, entrevistas a espías, etc.
Según la película Garbo, como agente inglés engañó a Hitler y al Estado Mayor alemán haciéndoles creer que el desembarco por Normandía era una maniobra de diversión porque el verdadero plan británico era invadir Francia por Calais. De puro bobo, Hitler concentró mal las tropas y cuando vino a ver había perdido Francia y con ella la guerra. Es historia un poco tonta, si Hitler hubiese sido bobo no habría hecho lo que hizo. Y ello se siente ante las interpelaciones al famoso espía sobre sus motivos: eran, dice, su preocupación por la humanidad. Esas cosas no funcionan así, las grandes mentiras, informaciones y desinformaciones se gestan en cenáculos intoxicados, del verdadero poder. En todo caso, esa parte poco idealista, vamos a decir, es desenfatizada en la enorme operación propagandística montada alrededor del 70 aniversario del hecho histórico.
Detalle realmente bonito de esto es que, tras el fin de la guerra, el espía catalán se vino a Venezuela, donde se ganó la vida como profesor de inglés para empleados de la Shell y finalmente se instaló en Choroní, a disfrutar el mar, se supone que en compañía de los sifrinos que llenan esas playas los fines de semana, hasta morir en 1988. La verdad no debe ser tan hogareña, tal vez Venezuela siempre estuvo en el programa del hombre, por causa del petróleo.
Pero esto no es artículo de análisis de vidas de espías, sino comentario de una farsa lujosa, con lores, primeros ministros y Democracia, mucha democracia.

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