viernes, 25 de octubre de 2013

Guerra económica


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Cuando no encuentra Harina Pan, papel higiénico, leche u otros bienes básicos, que curiosamente comenzaron a escasear con más frecuencia luego de la muerte del Comandante Hugo Chávez, o cuando va a comprar algo y resulta que el precio se duplicó, ¿de quién cree que es la culpa? Luis Britto García le ayudará a entender en qué consiste la guerra económica para que usted mismo saque sus propias conclusiones
El presidente Nicolás Maduro ha denunciado una gigantesca conspiración económica para imponer un modelo político por vías no legales y esto ocurre cuando el diario El Nacional “vaticina” que la violencia recrudecerá en el último trimestre a causa de la inflación y la carestía.
Venezuela vive una coyuntura decisiva. Según los voceros de la oposición las alzas especulativas de los precios, los problemas de abastecimiento y acaparamiento de algunos rubros de la economía, conforman una etapa terminal de la revolución bolivariana y han anunciado, sin que ningún proceso electoral presidencial esté a la vista en este momento, el pronto final de los cambios que se iniciaron hace 14 años por la revolución liderada por el Comandante Hugo Chávez.
“Ni la mejor economía resiste al pillaje organizado e impune. Informa el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) que durante 14 años de revolución el 62,5% del gasto público se ha dedicado a fines sociales. Ello financia dramáticas mejoras en salud, alimentación, educación, vivienda y cultura. Señala el economista José Gregorio Piña que desde 1997 hasta hoy, el ingreso mínimo legal está 110% por encima de la inflación, que más del 80% de los trabajadores gana por encima del Ingreso Mínimo Legal, que en 14 años el gobierno beneficia a más de 2,2 millones de nuevos pensionados con el equivalente del Salario Mínimo, mientras que el empleo en el sector formal ha aumentado en un 60%”, explica Luis Britto García, durante una entrevista realizada por William Castillo en su programa TV Foro, que transmite el canal estatal Venezolana de Televisión.
“Pero el saco más repleto se vacía si tiene desgarrones. Alimentos subsidiados son contrabandeados para Colombia por “bachaqueros”; dólares asignados para remesas y viajeros paran en destinatarios fantasmas y vendecupos. Las divisas para la importación benefician a gerentes de importaciones ficticias, que disipan en un año más de 20.000 millones de dólares, magnitud similar a los daños del sabotaje petrolero de 2002-2003. Sentencias de cortes transnacionales nos condenan a pagar otro tanto. Sabotajes premeditados vuelan refinerías como la de Amuay y cortan agua y electricidad. Estas venas abiertas de la economía venezolana deberían ser suturadas con la medida correctiva y la sanción ejemplar”, analiza el académico.
Y es enfático al afirmar que esta guerra económica es contra el pueblo, para que vuelva a ingresar en los niveles de pobreza superados en tiempos de revolución.
PREÁMBULO
“En los automercados damas empiringotadas preguntan cómo en un país tan rico puede haber desabastecimiento. Se les debería explicar que en un sistema mixto el sector privado comercializa mayoritariamente alimentos y artículos de primera necesidad, y decide escasez, sobreprecios y acaparamientos estratégicos”, señala Luis Britto García.
Y se pregunta ¿antes de la revolución no había especulación?
“La especulación es la esencia del capitalismo, que busca sacar la máxima ganancia. ¿Acaso no fue especulación la crisis bancaria durante el gobierno de Rafael Caldera cuando los banqueros nos robaron la mitad del circulante? ¿o no hubo especulación durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez cuando la inflación llegó a más del 100%?”, se pregunta.
El académico sostiene que antes de la revolución lo que había era una contrarrevolución neoliberal que decretó una liberación de precios que fue tan abrupta que hizo que el pueblo se lanzara a las calles aquel 27 de febrero de 1989.
“Los medios de la oposición dicen que no es el comerciante el que cobra el sobreprecio.¡Por Dios!, vivimos en un sistema mixto donde la distribución de los alimentos y otros bienes en la mayoría de los casos depende de la voluntad de estos señores que no acatan las leyes, ni las regulaciones. Sencillamente, o te calas el aumento o no compras”.
“Pero esos estantes desabastecidos ya los hemos visto en Venezuela en el 2002, en el 2003, y en épocas anteriores”. Luis Britto se pregunta si Venezuela padece de un Alzheimer colectivo.
“Venezuela no era un país de la abundancia en los tiempos de la Cuarta República. Todo lo contrario, era un país con un 80% de pobreza”, recuerda.
GUERRA
“La Guerra es la continuación de la Economía, por otros medios. El capitalismo es rapiña de todos contra todos. Toda guerra es económica: busca destruir y confiscar los medios de producción del adversario. Los bombardeos sobre ciudades indefensas obligan a la población civil dejar la producción para cuidar heridos. El objetivo no es acabar con los soldados, sino con el abastecimiento”, explica Luis Britto García.
El escritor y pensador venezolano, coincide con la afirmación de Carl von Clausewitz quien sostenía “que la guerra es la continuación de la política por otros medios”, pero le agrega que la guerra es la continuación de la economía, porque la política y la economía van juntas.
Años antes del ataque de la Armada Imperial Japonesa contra la base naval en Pearl Harbor, Estados Unidos había bloqueado los suministros de hierro y de petróleo para Japón, lo que era una condena de muerte para un país que se estaba desarrollando.
Luis Britto García recuerda que en los años 2002 y 2003 se intentó inhabilitar a PDVSA, la principal industria del país, que fue saboteada por gran parte de su plana mayor, que hizo una huelga de brazos caídos, paralelamente Fedecámaras convocó a un paro, que fue realmente un cierre patronal, para que la gente no pudiera comprar bienes y servicios, y aquel brutal ataque duraría más de dos meses. Paralelamente se desencadenó una guerra mediática de un poder desconocido hasta el momento. Durante esos días la televisión sólo hizo llamados desestabilizadores. No había entretenimiento. No había educación, ni siquiera cuñas comerciales, porque fueron sustituidas por mensajes políticos. Había una guerra de mentiras.
“Yo llegue a escuchar que una fragata iba disparar proyectiles contra el Lago de Maracaibo para forzar a los trabajadores petroleros a que abandonaran su paro”. Era una guerra económica, política, mediática, y la finalidad era forzar al pueblo venezolano por hambre para que se volvieran en contra del proyecto bolivariano.
“Afortunadamente no sucedió y los conspiradores tuvieron que retirar su agresividad, aunque como todos sabemos ese paro nunca fue suspendido”.
Hoy tampoco el paro de las universidades ha sido suspendido.
¿Cuál es la diferencia?
“La de hoy es una guerra no declarada pero sí avisada”, analiza Luis Britto García.
Y recuerda que en aquel momento los altos mandos de Fedecámaras y de la CTV aparecieron por la televisión declarándole la guerra al gobierno. Ahora no, aunque hacen lo mismo.
Aplican estrategias para golpear la psique del venezolano a través de la escasez y la especulación de bienes básicos. Y todos sus medios se hacen eco de esta maquiavélica conspiración. Actúan como profetas anunciando que “desaparecerá el azúcar”, “no habrá crema dental”, “no habrá papel higiénico”. Aterrorizan a la gente y en efecto se produce el desabastecimiento. Hay compras nerviosas. Se manipula al consumidor con la intención de crear un sentimiento de desesperanza.
Estos procesos de guerra económica, aunque persiguen fines políticos, son en sí mismos grandes negocios. Luis Britto García explica que el dólar paralelo representa sólo un 6% de las importaciones, pese a ello, todos los productos tratan de venderlos a precios calculados en base a la tasa especulativa del dólar negro, pese haber sido comprados con dólar oficial.
¿Qué es la guerra económica?
La guerra económica es un instrumento de la guerra política que tiene como objetivo alterar el funcionamiento de una economía hasta destruirla. Su fin último es hacer ingobernable el país, desestabilizando la vida política y social por la vía de negarle el alimento, los bienes y servicios básicos a la población y producir en última instancia un cambio del régimen político. Para lograr este objetivo debe preparar a la población para que llegado el momento, cuando esté cansada de los altos precios y la escasez, apoyen cualquier salida política a la situación del país. Para ello es esencial desestabilizar la psiquis colectiva, bombardearla con falsas informaciones, rumores, medias verdades, datos tendenciosos que eleven la incertidumbre y el miedo en la ciudadanía. Promueve conductas irracionales como las compras nerviosas, el acaparamiento doméstico o la violencia consumista, en un clima de obscuras profecías sobre el inminente caos social, en lo que se conoce como la guerra psicológica.
¿Qué es la guerra psicológica?
La guerra psicológica eleva el grado de agresividad social, al presentar la realidad como un caos fuera del control de las autoridades. Busca atemorizar y a la vez irritar a la población. Se estimulan las fobias, los sentimientos más violentos y el pánico irracional ante cualquier rumor. Los medios de la derecha despliegan un arsenal contra la psique colectiva, cuya tarea es la destrucción mental del país. Para ello se sirven de la TV, con su alto impacto emocional, de la radio, como medio de alta penetración, la prensa escrita, como formadora de las matrices de opinión, mediante las cuales se racionalizan los argumentos de la guerra económica. Mientras que la publicidad juega un doble rol, ya que mientras continúa ofertando la ilusión consumista, indirectamente refuerza mensajes conspirativos. Pero sobre todo los nuevos medios digitales juegan un papel crucial. Basados en teorías como el contagio viral de la información se despliegan estrategias que multiplican casi de forma ilimitada e inmediata mensajes desestabilizadores, creándose un círculo vicioso de tensión. Se impone un lenguaje conveniente: a la guerra económica la llaman crisis, al acaparamiento sistemático: escasez; a la especulación cambiaria: la denominan debilidad de la moneda; al saboteo: incapacidad gubernamental. Con su gran alcance y versatilidad, las redes sociales potencian el mensaje desestabilizador, como ocurrió los días posteriores a las pasadas elecciones del 14 de abril.
¿Cómo vencer esta guerra?
Para ganar la guerra económica tenemos primero que resistirla y para ello es vital comprenderla. Entender que la crisis psicológica es parte de una estrategia para destruir la vida económica, social y política del país. Hay que comprender que los medios no son neutros, ya que detrás de los mensajes conspirativos están poderosos intereses nacionales y transnacionales, grandes importadores, bancos, especuladores, delincuentes cambiarios, que forman parte de este ejército agresor, cuyo objetivo es destruir la paz social y acabar con la revolución bolivariana, aún a costa del hambre y de la división de los venezolanos. Se puede salvar la economía del país sólo si el pueblo confía en su gobierno y lo apoya decididamente frente a los enemigos del bien común. Sólo si pueblo y gobierno actúan unidos es posible derrotar el avance de esta gigantesca conspiración.
El presidente Maduro ha dicho que si la conspiración prosigue habrá que cambiar el rumbo de la revolución.
“Una de las posibles salidas, si continúa esta agresión sistemática, es que el Estado asuma el control directo de las importaciones de los bienes de primera necesidad en defensa del pueblo venezolano”, sugiere el académico.
Hoy -explica Luis Britto García- el pueblo está a la merced de un grupo de importadores que para ejercer su plan desestabilizador no tienen escrúpulos en esconder las medicinas o bienes básicos.
“Eso no puede ser”.
Propone, por tanto, ampliar y fortalecer redes como Mercal, Mi Casa Bien Equipada, etc.
El escritor insiste en la necesidad de sancionar al que pone sobreprecios, al que acapara.
También hay que controlar el contrabando de gasolina y a los llamados “bachaqueros”, porque no es posible que los alimentos subsidiados no los reciba el pueblo venezolano, sino que se vayan al exterior a enriquecer a los contrabandistas. También propone controlar a los raspatarjetas (hay que verificar si son viajes reales), controlar las remesas, las importaciones ficticias (que llegaron hasta 20 mil millones de dólares que se concedieron y no se importó nada). Controlar gastos como los super espectáculos consumistas que parecen ser una forma de disimular otorgamientos de divisas. Terminar el proceso de sacar a Venezuela de las cortes internacionales que cada vez que deciden lo hacen en contra del país.
Según el académico el Estado ejerce un papel fundamental en esa lucha a través de los fiscales, de las instituciones de control de precio, que deben movilizarse en defensa del pueblo. Paralelamente la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, debe actuar contra el contrabando de extracción, de gasolina, de alimentos, y evitar el acaparamiento. Finalmente el poder popular debe estar articulado con los otros poderes. Insiste en que el verdadero poder es el pueblo.
Chile (algún parecido ¿es coincidencia?)
Hubo una guerra económica contra el demócrata chileno Salvador Allende. Henry Kissinger juró que haría “llorar de miseria” a los chilenos y lo logró. Los principales objetivos de la oposición previo al golpe de estado contra Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, era desarticular la entrega de alimentos, agotar los inventarios, y sabotear las siembras para aumentar la escasez.  Los acaparadores crearon desabastecimientos estratégicos, las damas de la oligarquía tocaron cacerolas, sindicatos suicidas lanzaron huelgas contra el gobierno que protegía sus derechos. Durante los tres años de la Unidad Popular el Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre, financiado directamente por la CIA, orientó su trabajo hacia los gremios chilenos. En el mes de mayo de 1973 una tercera parte del transporte colectivo chileno se encontraba inmovilizado por falta de repuestos de origen norteamericano, en respuesta los dueños de los vehículos declararon una huelga indefinida. Con sólo 600 vehículos el Estado debió atender por sí solo el trabajo que hacían los 5.000 autobuses particulares de Santiago. Ante lo que se creó una alianza de los transportistas de izquierda. Por primera vez la oposición de derecha arrastraba a un sector del proletariado que se declaró en huelga por causas económicas. Los estudiantes de la Universidad Católica de Chile se convirtieron en los principales promotores del paro y amplios sectores de la clase media se sumaron conscientes o inconscientemente a las filas del fascismo. Mientras se declaraban en paro comerciantes y profesionales, estalló una huelga de mineros. La historia que siguió fue sangrienta y terrible: Augusto Pinochet se montó en el poder tras un golpe de Estado militar.  Allende fue asesinado con tres mil chilenos más; a la población restante se le retiró la seguridad social, educación superior gratuita, derechos laborales y su libertad.
Con información de /La Red/ Por Verónica Díaz Hung/Eco Popular

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