miércoles, 8 de agosto de 2012

Sigamos cambiando la historia… Reinaldo Quijada Unidad del Poder Popular

Con estas palabras resumió Chávez la trascendencia del ingreso de
Venezuela al MERCOSUR. Lo definió como “un nuevo mecanismo de
integración que va más allá del comercio”… El golpe de estado en
Paraguay nos dio la oportunidad. En política, los golpes del enemigo
deben responderse con golpes de mayor intensidad. Fidel ha sido
maestro en ello. El Senado paraguayo, el último obstáculo, dejó un
flanco descubierto y por allí se le dio el zarpazo…

Con la entrada de Venezuela, el MERCOSUR adquiere una dimensión mucho
mayor de lo que significa la inclusión de un nuevo miembro. Ahora
dejará de ser un mero acuerdo de libre comercio como lo fue con
relación a su objetivo de origen, para constituirse en una fuerza
estratégica de carácter político. En este sentido, los análisis de
algunos expertos en comercio exterior son limitados y reducen la
concepción de fondo cuando desconocen el parámetro político.

Llama la atención, como bien lo afirmara el Presidente Chávez, que
aquellos que hoy critican la entrada de Venezuela al MERCOSUR, son los
mismos que apoyaban el ALCA. Hoy hablan de las asimetrías con las
economías de Brasil y Argentina, cuando antes no lo hacían con la de
los Estados Unidos. Alguien pudiera argumentar razonablemente, aunque
equivocadamente como lo explicaremos más adelante, que nuestras
débiles industria y agricultura no están preparadas para competir con
las más desarrolladas de los dos países de América del sur, de la
misma manera que con la gringa. Esto pareciera ser cierto y darle
validez al planteamiento de las asimetrías…

¿Dónde está el error de análisis? Que nos estamos ubicando sólo en el
andén económico, el único que existía en el ALCA y el MERCOSUR de
antes. Ahora estamos hablando de un acuerdo que tiene carácter
comercial pero también político, social e histórico. ¡Es imposible
comparar el ALCA con el MERCOSUR por vía de las asimetrías! Alguien
más pudiera también señalar que esta es una apreciación idílica de un
acuerdo de integración. Que subestimamos el mayor desarrollo
industrial y agrícola de Brasil y Argentina, que el sector privado de
estos países es claramente capitalista, que la mayor parte de la
agricultura de estos países está controlada por transnacionales
agroalimentarias como Bunge, Cargill, Dreyfus, Danone, Fonterra,
Nestlé y algunos grandes grupos económicos locales. Todo esto es
implacable y lamentablemente cierto. La diferencia radica en que
Dilma, Cristina, el Pepe Mujica y Chávez no son Barack Obama y
compañía. En los primeros predomina la amistad, valor extraño en la
política, la responsabilidad histórica, la conciencia, el amor hacia
sus pueblos que los ha llevado a pensar en un paradigma distinto de
integración basado en la solidaridad. En los segundos prevalece lo que
ya todos conocemos, lo que ya es historia de sangre y dolor, y lo que
no es necesario recordar. Acertadamente advirtió el Presidente de
Uruguay que “nuestra propia formación cultural nos puede hacer
trampa”, al igual que “los intereses de clase y los quintacolumnas”.
No estamos diciendo, y no podemos ser ingenuos, que la tarea es
sencilla. No, no lo es pero el camino es el correcto…

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